El retraso en el habla, cada vez más común en las consultas de logopedas

La logopedia es, según el Consejo General de Colegios de Logopedas de España, la disciplina sanitaria que se ocupa del estudio, prevención, evaluación, diagnóstico y tratamiento de los trastornos de la comunicación humana y de las funciones asociadas, como el lenguaje, el habla, la voz, la audición y la deglución. En los primeros años de vida, su papel es clave para favorecer la comprensión y expresión oral, ampliar el vocabulario, mejorar la pronunciación y facilitar la interacción social. Pero no se trata solo de intervenir cuando hay un problema: también ayuda a prevenir dificultades futuras, refuerza la autoestima comunicativa del niño y guía a las familias en el día a día.

En Grupo Policlínica, el equipo de logopedas trabaja mano a mano con los pediatras y los otorrinolaringólogos para ofrecer un seguimiento integral, adaptado a las necesidades de cada niño. En los últimos años, nuestros profesionales han detectado un patrón que se repite con más frecuencia de la esperada: niños y niñas que empiezan a hablar más tarde, con menos vocabulario o que muestran dificultades para expresarse verbalmente.

Aunque el desarrollo del lenguaje no es una ciencia exacta y cada niño tiene su propio ritmo, nuestros expertos coinciden en que esta tendencia se ha intensificado desde la pandemia: “desde hace un tiempo, en las consultas vemos a más niños que no responden a su nombre, que no combinan palabras o que utilizan muy pocas para su edad”, explica el Doctor Andreas Palberg, pediatra de Grupo Policlínica. “No siempre estamos ante un problema clínico, pero sí ante un indicador que merece observación y, en muchos casos, una intervención temprana”.

Los motivos detrás de este fenómeno no son del todo claros, pero varios factores podrían estar influyendo. Por un lado, el confinamiento y las restricciones sociales limitaron las interacciones con otros niños y adultos, que son clave en los primeros años de vida para aprender a comunicarse. Por otro, el uso continuado de mascarillas impidió que los más pequeños vieran la expresión facial y los movimientos labiales, dos elementos fundamentales en la adquisición del habla. A todo ello se suma el creciente uso de pantallas como móviles, tabletas o la televisión, que, cuando sustituyen la interacción directa, reducen las oportunidades de desarrollo lingüístico.

“No se trata de demonizar la tecnología o de buscar culpables”, añade María Hernández, logopeda del centro. “Pero sí de entender que el lenguaje no se aprende solo, ni en silencio ni de forma pasiva. Se construye en relación con el otro, en el juego, en la mirada, en la risa compartida. Y si esa relación se empobrece, el lenguaje se resiente”.

La importancia del entorno familiar

El equipo de logopedia de Grupo Policlínica trabaja estrechamente con los pediatras para identificar de forma temprana posibles señales de alerta, y con los otorrinolaringólogos quienes se encargan de descartar la presencia de causas orgánicas, permitiendo así determinar si la alteración es de origen exclusivamente funcional. El objetivo es ofrecer apoyo tanto al niño como a su entorno familiar. Porque una de las claves para fomentar un desarrollo saludable del lenguaje está precisamente en lo cotidiano: en cómo hablamos con ellos, en qué tipo de juegos compartimos, en cuánto espacio damos a sus intentos por comunicarse.

Hablar con frecuencia al niño, describir lo que estamos haciendo, leer cuentos en voz alta, cantar canciones, inventar historias juntos o incluso comentar las imágenes de un libro ilustrado son, según los especialistas, herramientas simples, pero poderosas. Estas actividades no solo enriquecen su vocabulario y comprensión, sino que también fortalecen su autoestima comunicativa: el niño se siente escuchado, comprendido, parte del diálogo.

En cambio, hay actitudes que pueden frenar el desarrollo del habla sin que los padres lo perciban. Corregir con enfado, repetir constantemente: “eso no se dice así”, usar un lenguaje excesivamente infantilizado o sustituir palabras por gestos son errores comunes. También lo es comparar al niño con sus hermanos o compañeros: cada uno tiene su propio proceso, y las comparaciones solo generan frustración y ansiedad. “Nuestro papel no es presionar, sino acompañar con afecto y paciencia”, explica María Hernández. “Los niños aprenden cuando se sienten seguros, no cuando se sienten evaluados”.

Otra recomendación clave es reducir el uso de pantallas, especialmente en menores de tres años. No se trata de prohibir, sino de limitar su uso y, sobre todo, de no utilizarlas como sustituto de la interacción humana. La pantalla puede entretener, pero no responde, no interpreta, no mira a los ojos. Y sin ese intercambio, no hay verdadero aprendizaje del lenguaje.

Señales de alerta:

Aunque cada niño tiene su propio ritmo y cada caso es distinto, existen ciertos indicadores que pueden alertar sobre un posible retraso en el desarrollo del lenguaje:

Entre 1 y 2 años

  • No responde a su nombre.
  • No imita sonidos o palabras.
  • No muestra interés por juegos interactivos.
  • No señala objetos o personas.
  • Tiene poco contacto ocular.

Entre 2 y 3 años:

  • No combina palabras o frases.
  • No comprende órdenes sencillas.
  • Escasez de vocabulario.
  • Muestra escaso interés por interactuar con otros.
  • Su lenguaje es difícil de entender.
  • Mantiene poco contacto ocular.

Detección precoz y acompañamiento profesional

Es importante recordar que no todos los niños que hablan tarde tienen un trastorno del lenguaje. A veces se trata simplemente de un ritmo más lento dentro de la normalidad. Aún así, si detectamos alguna de las anteriores señales de alerta “es recomendable consultar al pediatra o al logopeda sin esperar a que ‘se le pase solo’”, señala el doctor Palberg. “Una intervención a tiempo puede marcar una gran diferencia, y muchas veces basta con unas pocas sesiones de orientación para reconducir la situación”.

En Grupo Policlínica, el enfoque de trabajo es siempre individualizado. Cada niño es único, y así se construye su plan de intervención. No se trata solo de mejorar la pronunciación o ampliar el vocabulario, sino de reforzar la comprensión, estimular la intención comunicativa, facilitar la interacción con los demás y fortalecer su confianza para expresarse. A menudo, además, se colabora con tutores escolares y otros profesionales, para asegurar un acompañamiento coherente en todos los entornos del niño.

La logopedia, como disciplina, no debe entenderse únicamente como una respuesta a un problema. Es también una herramienta preventiva, enriquecedora y estimulante. Acompaña el crecimiento del niño desde sus primeros balbuceos, potencia sus habilidades y le ayuda a encontrar su voz, literal y emociona, en el mundo. Y todo esto, de forma lúdica, creativa y natural, adaptada a su edad y su forma de aprender.

Desde Grupo Policlínica, animamos a las familias a confiar en su intuición, a observar con atención y a no tener miedo de pedir orientación si algo les preocupa. El lenguaje es una de las capacidades más poderosas del ser humano, y también una de las más sensibles. Acompañarlo desde el principio, con amor y con herramientas adecuadas, es una inversión en el bienestar presente y futuro del niño.

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